La devaluación del bolívar y la alta inflación me recuerdan la época en que el sucre tuvo que ser sustituido por el dólar en Ecuador. En Venezuela se está hablando de esa salida, pero la ideología del Gobierno hace suponer que no dolarizará. Sin embargo, las cuestiones ideológicas no son ahora como eran en el siglo XX. Por ejemplo, ya no se usa la palabra ‘plusvalía’ en el sentido marxista al que se refirió Mauricio Pozo en un artículo reciente. Además, en Ecuador hay un proyecto de ley en el cual ‘plusvalía’ significa el aumento de precios de terrenos o bienes inmuebles como consecuencia del tiempo transcurrido y de las mejoras realizadas a su alrededor. Referirse al significado marxista no es adecuado en este contexto.
Las devaluaciones y la inflación se deben a la falta de producción nacional. Por tanto, los gobiernos deben realizar políticas que cuiden la rentabilidad de la empresa privada. El Gobierno ecuatoriano está consciente de ello y, por eso, las salvaguardias gravan lo importado y apoyan el producto nacional. Además, está bien que el Gobierno haya establecido mecanismos que alivien a los empresarios el pago de sus impuestos. Está bien que haya logrado la extensión de las preferencias arancelarias con EE.UU. y firmado un acuerdo comercial con la Unión Europea, pues hay grandes, medianos y pequeños exportadores.
En Venezuela el Estado petrolero, ya de 60 años, tiene una inercia que no detuvieron los gobiernos anteriores a Chávez. Hay que reclamar al actual régimen que no haya planificado la superación de esa dependencia. En Ecuador tenemos la Senplades y desde hace varios años, una estrategia para cambiar la matriz energética y dejar de depender de combustibles importados. Por eso, las hidroeléctricas. El Estado trabaja para cambiar la matriz productiva, para no seguir dependiendo en el futuro de la exportación de petróleo. Para que el diálogo convocado por el Gobierno sea útil, no debe haber prejuicios ideológicos de lado y lado.