Singular fue mi sorpresa, al comparar muy exhaustivo, el desarrollo de las sociedades libres. Un sentimiento de superioridad mezclado con el orden, control y disciplina, arrastran a un grupo de gente que se siente parte de algo muy exclusivo; se impone un saludo inicial, himno, ropaje de colores característicos e impactantes para culminar con la elección de los líderes apoyados en su séquito de reclutadores. Aquel centro educativo californiano, protagonista de esta historia, admiró la metamorfosis de unos jóvenes, convertidos en súbditos incondicionales de una idea vaga y sin sentido, en el año de 1967.
El mensaje sugirió, que este episodio podría volver a repetirse en otro nivel, con cualquier nombre y algún color esperanzador; genial para los caudillos, pero justificado, por irrumpir en la voluntad.