Los argumentos publicados a través de Internet y redes sociales por parte de los organizadores esgrimen excusas poco creíbles al tener que suspender un espectáculo que ya en el 2011 no se debió celebrar, al habérsele metido la mano política a una fiesta que los quiteños llevamos en nuestra sangre desde su fundación española. Por otro lado, no olvidemos que los dueños de la plaza, Citotusa, no planificaron nada de publicidad para hacerle frente a ese pequeño margen con el que a la postre ganó en la consulta el que no se mate al animal en el ruedo, motivo central del desmoronamiento de la feria de Quito tan famosa y que le reportaba a la ciudad ingentes recursos económicos en 10 días de toros.
Paralelamente esto ha reactivado la afición por realizar tientas y corridas como las celebradas en Machachi y Hatoverde, el último fin de semana, además de lo que propone Riobamba y ya en febrero 2012 la Feria de Ambato, lo que contradice el sentir del aficionado y del pueblo en general, al no poder seguir teniendo la Feria de Quito como el estandarte que ha sido desde que se inauguró la plaza de toros Quito, en 1960. Por lo pronto tendremos que esperar cuatro años más para aspirar a que la feria quiteña vuelva, con alcalde y presidente nuevos.