Doy respuesta a la amistosa carta pública que antier me dirigió Mario Ordóñez Zambrano, en la que afirmó que resulta incomprensible que me haya retirado de la política. Recuerda que en el 2004 -tres años antes del actual gobierno- tomé la decisión irrevocable e irreversible de abandonar la vida pública. Lo hice porque opté por servir a la sociedad desde otro flanco: la investigación y el libro.
La actividad política es absorbente. Diría que “esclavizante”, si esta palabra existiera en el diccionario castellano. No respeta horas de sueño ni días festivos. Las palabras “cansancio” y “descanso” no existen en el vocabulario de la política.
El que quiera dormir 8 horas no sirve para político. En el proceso de la organización de Izquierda Democrática estuve ausente de mi hogar -con mis hijos pequeños- todos los fines de semana a lo largo de casi veinte años, pues anduve dedicado a formar las células de base partidistas en toda la geografía ecuatoriana. Y esto solo podía hacerlo durante los sábados y domingos puesto que ejercía mi profesión de abogado y era además profesor de la Universidad Central. Entonces el viernes por la tarde tomaba mi automóvil y salía de viaje con dos o tres compañeros hacia Tulcán, Loja, la Amazonía o cualquier otro lugar para establecer las células.
En el curso de los recorridos dábamos cortas conferencias, distribuíamos banderitas anaranjadas y pintábamos los muros de los caminos: “Izquierda Democrática, justicia social con libertad”.
Quiero explicar al amigo Ordóñez Zambrano y a todos quienes compartan su respetable opinión que mi obsesión fue siempre servir a la comunidad. Lo hice desde la política por 50 años y, después, desde mis libros, especialmente la “Enciclopedia de la Política” (8.600 páginas), que sirve de texto para sectores de la juventud dentro y fuera de nuestro país.
Algunos de mis amigos no se explican que haya podido desprenderme de la encendida pasión que me acompañó por medio siglo. Y la única explicación que puedo darles es que no contraje la concupiscencia del poder y que no me fue difícil sustituir una pasión por otra: la pasión política por la pasión por escribir.