Es muy difícil que haya ecuatorianos que añoren la situación del país antes de la revolución ciudadana: oficinas públicas viejas, deterioradas, descuidadas, con una atención de pésima calidad, carreteras malísimas, cortes de luz, huelgas de maestros, disturbios callejeros y bloqueos de las vías, violencia verbal y física en el Congreso Nacional, cientos de miles de compatriotas emigrados por falta de trabajo y de recursos económicos, derrocamientos de presidentes.
Entonces, debe haber políticos sensatos que reconozcan todo lo bueno que se ha realizado en estos años, para que puedan plantear al país la posibilidad de un gobierno con otra tendencia ideológica.
Me preocupa que tanta obstinación de algunos impida la alternancia democrática.