Leyendo el artículo sobre Cerro Iguazú en la provincia Chimborazo, llama a la reflexión lo que de la misma se colige.
Se habla de que los moradores del sector fueron previamente reubicados y, para desgracia de ellos, ahora son afectadas las nuevas viviendas.
¿Podrá alguien explicar con qué soporte técnico y conocimiento de las amenazas se ubicó el sitio de reasentamiento?
Resalta la mediocridad de quien aún se permite prevenir acerca de la continuación de los fenómenos de remoción en masa; las instituciones responsables, no del manejo del riesgo, sino de trabajar en la provisión de zonificación de las amenazas naturales, así como de la vulnerabilidad social y física de las comunidades, no han cumplido con su objetivo y responsabilidad, sea por falta de conocimiento del tema o por la típica desidia del servidor público.
Para quienes algo hemos trabajado en esos campos, netamente técnicos, no deja de ser penoso observar el adelanto que tienen esos temas, más que nada al observar el desarrollo que los mismos tienen en países vecinos, como Colombia y, con mucho mas fundamento técnico, como en México, de quienes ni siquiera se trata de adoptar sus metodologías.
No es entendible que, a la fecha, para Quito se hable de ‘microsismicidad’, estableciendo parámetros de diseño estructural. Ojalá los responsables y promotores de estas manifestaciones hicieran conocer cuántos acelerógrafos y sismógrafos se instalaron y están funcionando en el Distrito Metropolitano; además, informar sobre la caracterización de los tipos de construcción, dentro de una zonificación estructural de la ciudad, todo esto como requisitos condicionantes para entrar en la zonificación microsísmica de la urbe y, entonces sí, elaborar los códigos que sean de aplicación obligatoria.