Mi carrito sabe de memoria el recorrido habitual que hago siquiera dos veces al día. Se inicia, temprano, por Miravalle; asciende la autopista hasta llegar al Túnel Guayasamín. Al salir del mismo, y por el caos del tránsito, es el único que oye las expresiones que lanzo mientras cruzamos la 6 de Diciembre hasta llegar a la Shyris. El regreso, entrada la tarde, los improperios se vuelven personales, directos y abundantes, aunque en voz baja, contra los agentes municipales que, se supone, deben dirigir el tránsito, alrededor de la Plaza Argentina, hasta reingresar al túnel. Pero sería igual si vocifero yo y mi carro revienta su pito, cosa que no le dejo hacer, porque los agentes no asoman. O si están, no cumplen su trabajo. Bueno, no siempre es así, porque cuando se ubican en el cruce de la Shyris con la Almagro, el tránsito sí fluye, a la vez que se justifican los epítetos que siempre se quedan en el parabrisas. He visto, y tengo fotos, de agentes que chacotean en “guango” en dichos sitios. Alguna vez, un par de agentes jugaba con un yo-yo.