Entre los vicios de nuestra ciudad existe un grave problema que poca importancia le han dado: el ruido, fenómeno generalizado que contamina hasta el único espacio de silencio y tranquilidad: nuestro hogar. Desde alarmas de autos, casas y negocios hasta pitos y parlantes de desconsiderados buseros, repartidores de gas, compradores de chatarra, vendedores de imágenes electorales, sirenas de caravanas de políticos importantes, casas-cantinas sin ningún control, y más.
Ruido en el trabajo, en sitios de recreación y sobre todo en la calle, van destrozando el sistema nervioso, seria amenaza a la salud pública, según Auditory and non-auditory effects of noise on health, (The Lancet, 2014, revista científica médica).
Los autores revisaron estudios publicados en los últimos años sobre el impacto del ruido en la salud: audición, enfermedades cardiovasculares, rendimiento cognitivo, salud mental y trastornos del sueño. Las conclusiones confirman: la exposición a largo plazo provoca sordera, perturba el sueño, somnolencia diurna, hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular y bajo rendimiento cognitivo en niños.
Si sumamos, la contaminación de buses descalibrados y/o viejos, la inseguridad, la contaminación visual y el insulto cotidiano de los “ansiosos”… ¿Viva Quito? Ojalá las nuevas autoridades perciban esta tragedia de la vida cotidiana y controlen esta convivencia patológica.