La obsesión del oficialismo por creer que la propaganda constituye la base de la acción de Gobierno y la fuente de respaldo popular, más allá de que parece agotarse, ha llevado a la Asamblea Legislativa –Congreso en términos populares– al extremo de interrumpir programas de noticias y opinión que mantienen las radios para atiborrar al ciudadano de supuestos logros de la otra hora primera función del Estado.
Es así como el viernes 17 a las 08:00 hubo una cadena de radio para destacar supuestas realizaciones de la desacreditada Asamblea con declaraciones de sus propios integrantes. A título de “contigo de ley”, se interrumpieron programas de opinión de gran audiencia, en los campos político y económico, para escuchar a los diputados de Gobierno autoalabar el desempeño del órgano legislativo. Si la Asamblea dispone ahora de radiodifusora propia y además el Gobierno cuenta con la mayor red de medios impresos y audiovisuales, no se justifica de manera alguna molestar al ciudadano obligándole a escuchar lo que no quiere.
El abuso es cada vez más insoportable. Una Asamblea que ha perdido personalidad ante la Función Ejecutiva, al punto que los colectivos sociales solamente quieren hablar con el caudillo y que ha olvidado por completo su responsabilidad fiscalizadora, no puede pretender recobrar confianza con base en propaganda.