Policía, ciudadanía & buen vivir
Acabo de ser presa de mi propia impericia, creyendo que si lo lograba antes de las 07:00, oliendo la meta, a la entrada de mi oficina el ágil oficial me obstaculizó el paso sabiendo que me había pasado cuatro minutos y estaba en pico y placa.
Primero intenté razonamiento: “Oficial por favor entienda mi situación”, luego clemencia algo así como: “Soy pobre y vivo lejos” y luego lleno de ira me llevé por lo menos una pequeña victoria cuando el policía me pidió subirse en mi carro y no le dejé; talvez en una versión anárquica de justicia “era de haberle dejado y talvez haber arreglado”.
Mi indignación llega en este caso no porque el oficial cumplió con su trabajo, no porque la multa es alta y así tomaré conciencia, sino porque siento ya como muchos, que la Policía parece crecientemente estar actuando eficazmente cuando uno no la necesita y verbigracia todo lo contrario, cuando el hampa acecha.