Rebeca Estrella Egas
Este no es un país pobre como se quiere hacer creer interna y externamente dando así una mala imagen internacional; este país podría dar de comer a medio mundo, así que no es pobre sino mal educado.
Y qué esperanza puede haber si el irrespeto, la grosería, el quebrantamiento de las leyes, la permanente propaganda ofensiva que se ve en la TV dirigida a los “enemigos de la revolución” se ha convertido en el burdo lavado de cerebro que ofende y cansa.
Los millones que se emplean en esas desagradables propagandas, así como los empleados en inútiles e innecesarias construcciones como fue la de Montecristi y hoy la de Unasur y otros, deberían tener mejor suerte y ser destinados a la preparación de verdaderos educadores que empezando por las aulas infantiles, en 20 o 30 años se pueda decir que en este país hubo un verdadero cambio.