En relación con la carta “Gorditas horrorosas” y otras afines que contienen comentarios sobre planificación familiar y las píldoras de emergencia, por la trascendencia social permítanme unas acotaciones: en primer lugar, todos estaremos de acuerdo en fortalecer a la familia como el fundamento de una sociedad sana, pero lamentablemente hay que diferenciar entre el “debería ser” con el implacable “es”, porque una cosa es el mundo ideal con el amor platónico y otra, la cruda realidad que nos rodea.
Para centrarnos, comparemos con un caso de la vida real ocurrido en los EE.UU. y que fue llevado al cine con el título de “Monster”; la actriz principal fue Charlize Theron, quien ganó un Oscar. El tema trata de una trabajadora sexual que se convirtió en asesina en serie y que fue condenada a la pena capital. ¿Cómo ocurrió? Ella fue hija de una madre precoz que no estuvo preparada para ese rol. ¿Quién lo está a esa edad? Y, a su vez, ella fue madre a los 14 años.
La protagonista fue abandonada en casa de un abuelo y descubrió la vida en medio de la adversidad. Preguntémonos: ¿quién fue el verdadero culpable (el monstruo): la sociedad que miró a un lado, la “gordita horrorosa”, o su hija maltratada que se convirtió en asesina? Y luego, ¿cuánto de esto ocurre ahora mismo en Ecuador, país en donde no se descubren a los autores de la mayoría de los crímenes? La aprobación de la píldora de emergencia por este Gobierno es un hecho moral, porque no se sustenta en ficciones.