Es indignante ver como la semana pasada, fueron juzgados ilustres ecuatorianos, que poseen pulcritud en su vida personal y pública; casi todos de la tercera edad, sin una sola mancha moral, lo que nos dice que tuvieron una vida diáfana, todos estos años.
El enjuiciador, no quiero utilizar la palabra querellante, no calculó la trayectoria nítida de estos personajes y la indignación nacional que iba a producir este sainete de juicio, al que contribuyó una jueza nerviosa y muy maleable, que será importante recordar al haber convertido la justicia en obediencia política. Una vida prístina, no se la puede cambiar así de fácil, aunque se les enjuicie y se los declare culpables, las personas que tenemos nuestros principios bien formados y sabemos discernir, entendemos perfectamente, quien es el que enjuicia, quien es la que juzga y a qué obedece tal sentencia.
Por realizar la planicie más cara del mundo, pagada por todos los ecuatorianos, no hay un solo privado de la libertad, pero si se ha declarados culpables a los denunciantes, Ripley debe estar saltando en su tumba. Llegará el momento en que el pueblo y la historia los juzgará.