Llegaron cierto día, a las Naciones Unidas, para ser uno de los oradores, algunos políticos invitados. Margaret Thatcher, con su característica elegancia, con una firmeza nunca antes vista, exhorta a todos los presentes: “La política es una forma de gobierno, que debe ser ejercida con autoridad, dicha autoridad está fundamentada en la constitución y las leyes de cada país”. Bill Clinton, con una sonrisa seductora, que atrae la mirada de los presentes, se confiesa: “No importa lo que hagas en tu vida privada, si logras detener la inflación, no importa si das un mal ejemplo, lo que interesa es que seas un político eficiente”. Hugo Chávez, irreverente, carismático, bien intencionado, tiene la oportunidad de propagar su revolución bolivariana: “El pueblo debe ser atendido, mi sueño es insertar el socialismo por todas partes”. Rafael Correa, un hombre encantador, sabe lo que hace, ha llegado su turno, quiere expresar lo que siente: “Mi país es soberano, tendrá las mejores carreteras, la meritocracia será mi herencia, los marginados dejarán de serlo, la patria es todos”. José “Pepe” Mujica, es ovacionado cuando ingresa al auditorio, él también quiere expresarse: “Estoy donde estoy, para servir a mi pueblo, por lo tanto donaré parte de mi sueldo a las fundaciones y me quedaré sólo con lo que necesito para vivir”. La política bien comprendida es servicio al prójimo, mal entendida es una forma de enriquecimiento personal.