En la vieja Roma los oráculos eran lugares sagrados, fuentes de sabiduría y donde los augures era voceros de los dioses; los mismos, ocultos tras un frontispicio de un altar, se convertían en los depositarios del destino de todo un pueblo; en realidad, eran receptáculos de información nutridos de respuestas pre elaboradas por los emperadores. Adriano, magnánimo Emperador de Roma en el siglo II, recurría al oráculo para mantener contento a su pueblo, no obstante sentía escrúpulos de conciencia al hacerlo.
Estamos asistiendo a propósito de los socialismos del siglo XXI, a una era de oráculos modernos, (Maduro, Ortega, Correa, etc.), ya no se ocultan ni se alimentan de la información de un emperador pero han encontrado todavía atavismos de ignorancia de épocas pasadas que subyacen en la conciencia del pueblo aderezados por una ausencia de pensamiento crítico, han permitido explotar estas carencias, para erigirse como redentores de la patria, han hecho de cada mitin político un santuario, experimentando una suerte de deificación que les ha conferido poderes adivinatorios del destino de sus súbditos.