En pocos días el Ecuador se privará de la presencia de un personaje que se considera omnisciente, Rafael Correa. Sus correligionarios lloran la partida de quien utilizó el poder como instrumento de venganza y persecución a lo largo de estos años. Nos deja la metáfora de “la década ganada” fraguada, claro está, antes de que se destape la olla de la corrupción. Se vanagloria de haber cambiado la Justicia, serán los edificios, porque lo que prevaleció fue la obediencia ciega de los jueces a los dictados sabatinos. Para muestra un botón, Juan Sampedro, un humilde chofer que hacía fletes con su vehículo fue recluido en la penitenciaría desde el 26 de noviembre 2015 bajo los cargos de transportar explosivos, armas biológicas o nucleares. Lo único que llevaba era el monigote de un borrego (¿?). ¿Dónde estuvo el Defensor del Pueblo para frenar esa injusticia? Ocupado defendiendo el honor del presidente. ¿No tiene algo que decir el Consejo de la Judicatura ante semejante atropello? Se va el responsable político de todo lo ocurrido en el país en esta década, merece que lo despidamos con su frase cliché: “que le vaya bonito”.