Regularmente tomo café en un lugar tradicional de la cuidad, el que por su calidad ha crecido y tiene una sucursal en San Marino, lugar al que, según donde me encuentre, acudo para al calor de un café conversar, trazar algunos trabajos o investigaciones, leer como también departir con amigos o simplemente disfrutar de la alegría de vivir.
El desastre que afecta la nación también se ensañó con la estructura de San Marino, prima facie, es obvio que una de sus torres está afectada, aquello me dolió porque a más de ser un lugar emblemático, es el sitio de trabajo de muchos nacionales a los que siento cercanos.
La infraestructura afectada incide en la vida de clientes y empleados. Todos somos necesarios y en esta hora, mucho más que antes, urge guardar y proteger la sostenibilidad de los empleos.
Además, he visto con suma preocupación como ciudadano alguno, previno este tipo de desastre, pues pocos estaban aprovisionados de agua y comestibles no perecibles y menos de medicinas. También noto estamos haciendo todo lo que no se debe hacer en estos casos. Los ciudadanos están volcados en los comisariatos comprando de todo, con ello pueden desabastecer u ocasionar acaparamiento.
Por todo esto lloré, pues veo el ser humano es nada ante la furia de la naturaleza.
Llore por los que laboran en San Marino y por los muertos como por los heridos y desaparecidos, en varias ciudades de Ecuador. Lloré porque son 9 años de agresiones y discursos mesiánicos que, vilmente asumen un mensaje que pretende hacernos creer que antes no hubo ni se hizo nada, que solo ellos son los que han hecho, algo así como la creación divina que consta en el libro del Génesis.
Lloré por los muertos y los vivos. Lloré al saber que nada somos y nada hemos hecho, al margen del discurso oficial. Lloré porque creo es hora de cambiar, lloré porque aquel que dice y afirma ser el único que ha hecho, demoró más de tres horas en dar una respuesta política y no activa. Lloré por la aparente intención de silenciar a los medios de comunicación independientes en una hora trágica para la nación.
Lloré porque pese a todo lo que se dice y diga, poco hemos cambiado.