La realidad muestra la estrecha línea que separa el pasado indígena y el presente. El conquistador ya no tiene rasgos europeos, aunque solo conserve los ojos y la ambición. Hoy el conquistador se presenta en forma de Estado. No pretende imponerse por el poderío de su armamento ante las lanzas y los cuerpos desnudos de sus enemigos, no persigue arrasar con guerreros ni inocente población civil. Lo único que quiere es que se le entregue el 1 por mil de sus riquezas, los medios para lograrlo no dejan de ser poderosos y violentos. Los poderes del Estado se confabulan para materializar la conquista, las marchas de apoyo a la iniciativa hacen su parte, los medios muestran lo altruista de la causa y la demagogia discursiva contribuye enormemente a que todo esto se convierta en la más poderosa arma que está abatiendo a todo una población.