Un mes de junio del año 1533 asesinaron al Inca Atahualpa. Una de las acusaciones para condenarlo a muerte fue por un acto de herejía. Cuenta la historia que el soberano había invitado a unos hombres que hablaban otra lengua y habían desembarcado en las costas de su reino a entrevistarse con él en Cajamarca. Los conquistadores españoles aceptaron y dispusieron que un grupo de avanzada entrara a la ciudad mientras la mayoría de ellos aguardaba armado los acontecimientos. Una vez que los visitantes habían llegado, el Inca ingresó con un multitudinario séquito que lo alababa como rey y señor del Tahuantinsuyo. Entre el pueblo inca la comunicación se la realizaba únicamente de manera oral y carecían de una escritura popular que les permitiera comunicarse e informarse. Para ello fue necesaria la intervención de un intérprete por parte de los españoles para hacer llegar la información a Atahualpa. Al parecer la conversación terminó por cuanto el Inca no estaba satisfecho de las explicaciones españolas. Como último recurso el sacerdote Fray Vicente Valverde le entrega una Biblia y le informa que esa es la voz principal de su cometido. Atahualpa abre el libro lo mira lo acerca a su oreja y lo arroja al suelo y ordena a su séquito salir con él de Cajamarca. Para su protección los españoles se lanzan al ataque en nombre de Dios y ocurre la primera masacre que les permite continuar con la conquista. Luego llegó ese mes de junio y mataron al bautizado Francisco por no haber escuchado lo que los españoles leían.