Llega una de las temporadas más bellas del año, la Navidad. Y aunque algunos en nuestro país tienen un concepto pobre de Dios y su profunda trascendencia espiritual y material, es necesario admitir que el alcance de nuestra fiesta cristiana tiene un profundo contenido personal y social: el nacimiento y la creación de la familia.
Nada más bello que el nacimiento de un niño; nada más profundo que la formación de la familia. Así iniciamos los seres vivientes el desarrollo de la vida y la comunidad, que nace del hecho ejemplar y místico de la Sagrada Familia.
Pero la Navidad va más allá de una reunión familiar, regalos, abrazos, alegría íntima; no, la Navidad propicia el acercamiento a todos, con todos, conocidos y desconocidos, vecinos o no, pobres, niños, jóvenes, adultos, gente humilde y sin recursos, católicos o no católicos; en fin, a todos aquellos que por razones vitales del universo somos hermanos.
Además de la unión comunitaria, Navidad es la fiesta de la Paz. ¡Qué emoción!, llegar, aunque sea por poco tiempo, a esa intención que se ha pretendido sin éxito toda la vida. Esperamos, confiados en Dios, que todos los objetivos de la maravillosa celebración navideña se cumplan y, aunque solamente sea por una vez anual, estemos cercanos, dispuestos, solidarios. ¡Feliz Navidad a todos!