El de las entidades públicas y el de los ciudadanos comunes y corrientes, sean contratistas, consultores o necesitados de realizar cualquier gestión en las entidades públicas. Existe una barrera virtual impenetrable entre estos dos mundos comunicados solamente a través de mecanismos fantasmagóricos y tecnológicos controlados por personas con vocación de gendarmes, apoyadas por guardias que se apostan agresivamente cerca del viandante, ante cualquier intento de él por lograr un contacto personal con algún funcionario que se encuentra resguardado en algún lugar inexpugnable de los múltiples y flamantes edificios del Estado, habitando ese mundo paralelo misterioso donde solamente tienen acceso los paquetes de avío con el que alimentan sus plácidas horas laborales. Mundo misterioso que se ausculta plácido y alegre donde discurren las tediosas horas a la espera del estipendio mensual que garantiza la calidad de vida de este ejército de privilegiados y privilegiadas, siempre elegantemente vestidos y ellas sobre todo: vestidas y entaconadas.