Parece que fue ayer cuando el Gobierno de la ‘revolución ciudadana’ denominaba a la época de auge, bonanza y derroche como “milagro”. Se llegó incluso a decir que éramos poco menos que invencibles, que una nueva especie de “jaguar latinoamericano”, había irrumpido por estas tropicales tierras (afectas a revoluciones sociopopulistas, más que al ahorro o al trabajo laborioso de sus habitantes).
Hoy, el escenario es distinto. Según las previsiones del FMI, nuestra economía decrecerá en 2015 en el -0,6% y para 2016 se tendría un exiguo incremento en la producción real del +0,1%. ¿Estamos en recesión? Técnicamente sí, pues el primer trimestre decrecimos el -0,1% y el segundo trimestre el -0,3%.
¿Y cuál es el problema? Al bajar la producción, disminuyen junto con ella la actividad comercial (ventas), el empleo y la recaudación tributaria. ¿Qué hacer? Atraer inversión productiva privada (el Acuerdo Comercial con la Unión Europea es positivo en ese sentido y se deberían suscribir más acuerdos, especialmente con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y fuente del dólar).
Es positiva la inversión de la multinacional francesa Schlumberger (USD 1 000 millones inmediatamente, 2 100 millones en 9 años y USD 1 800 millones en 20 años), pero necesitamos más.
Requerimos, de manera urgente, cambiar este agotado sistema político del socialismo del siglo XXI, donde los sueldos y salarios se han incrementado tres veces de 2007 a 2015 (de 3 mil millones a 9 mil millones, según cifras oficiales), por un modelo amigable con la empresa privada y de mayor apertura económica. Esta es la única fuente sostenible de riqueza, bienestar, libertad y desarrollo.