Obras para movilidad complementarias al Metro podrían adelantarse, pero sustituir este medio por un tren rápido, por ejemplo, sería un absurdo. ¿Por qué? En primer lugar, su construcción colapsaría el congestionado tráfico capitalino. En segundo lugar, porque su operación a “velocidad” sería un peligro inminente para los peatones, y en tercer lugar, porque las contingencias típicas en una ruta de superficie frustrarían tal expectativa, amén de que esos trenes solo funcionan en terrenos planos. En conclusión, la única opción factible es la vía subterránea. ¿Cuánto vale el metro cuadrado de terreno en esa ruta? Pensemos en decenas de hectáreas que se incorporarían agrandando a esta estrecha ciudad; además, sus obras no afectarían las actividades diarias, el subsidio estaría focalizado en los necesitados que por fin viajarían con dignidad, y el ahorro de gasolinas lo compensaría en gran medida. Por último, hay que aprovechar el exceso de electricidad previsto para iluminar las estaciones y negocios subterráneos.