El mundo está pendiente del terremoto ocurrido en nuestro país. La mayoría de países busca la manera de entregar su aporte con alimentos, medicinas y demás necesarios en una emergencia así.
Los ecuatorianos, masivamente, hemos y seguiremos aportando hasta que la realidad de nuestros afectados hermanos pueda encaminarse independientemente. Otros elevan sus plegarias para robustecer la fe y la esperanza, dando momentos de alivio a su tragedia.
En días pasados, el Ministro de Defensa manifestaba que los bienes de infraestructura del Estado no habían sido dañados refinerías, reservorios de agua, plantas eléctricas, mayoría de hospitales, escuelas y colegios, entre otros), lo cual daba a entender que el engranaje estatal seguiría fluyendo normalmente.
Si los bienes necesarios para hacer caminar el país estaban en buenas condiciones, lo recomendado por las técnicas es primero evaluar los daños in situ, conocer cuánto de los mismos está destruidos sin lugar a reparación, cuántos de ellos son públicos y cuántos privados.
Es decir, cuantificarlos por su naturaleza y condición para darles una pronta y óptima atención. Entonces, la aplicación de las medidas debería ser racionalizada dependiendo de que bienes y en que proporción están destruidos.
Al tomar medidas impositivas de orden general puede haber el peligro de que esos ingresos se diluyan con los otros del mismo género, como el IVA y utilidades a las empresas, las mismas que con este impuesto restan posibilidades de generar empleo para aquellos que hoy más necesitan.
Los impuestos temporales deben ser explicados a medida que se los emplea, en forma cristalina sobre su uso y respetado el tiempo por el cual estarán en vigencia, todo esto para tranquilidad de un pueblo que merece mejores días.