Manejaron a su antojo los entes de control; ignoraron el clamor popular, de los gremios y de las organizaciones sociales. Cuestionaron la competencia de la CIDH y la OEA, criminalizaron la protesta social, agredieron a periodistas, prohibieron a funcionarios públicos asistir a medios privados, cerraron radios y diarios independientes. Desde la tarima dictaban sentencias desproporcionadas y siempre favorables, encarcelaron a denunciantes y veedores, no perdieron un solo juicio. Pero a rey muerto, rey puesto.
Hoy protestan porque no hay democracia y se controlan todos los poderes, se desesperan por un espacio o una entrevista en cualquier medio, demandan al Estado ante las organizaciones que combatieron y ya no hay cadenas para tapar los sapos y culebras que brotan de cada contrato y obras faraónicas. Ahora sí, cuatro pelagatos los “apoyan” porque ya no hay sánduches para todos.