Diariamente leemos impotentes e indignados las noticias sobre los accidentes de tránsito que dejan muertos, heridos y lesionados cuya suma en la última nefasta década llega a millares. ¿Quienes son los responsables?: tanto los conductores como los encargados de regular y controlar el tránsito. Coincido en que es necesario que se restablezca el control en las carreteras, caminos vecinales y calles de las ciudades, que antes lo realizaba la Policía de Tránsito, e igualmente la revisión rigurosa de buses y busetas dos veces por año. Prohibir el trabajo de los conductores por más de ocho horas continuas, pues el cansancio, la falta de sueño son también causas de accidentes; que en las terminales se haga una revisión rápida por lo menos del estado de las llantas y que el conductor no esté bajo el efecto del alcohol o drogas. La tecnología es tan avanzada que se podría exigir a los fabricantes que instalen en los vehículos de transporte masivo un dispositivo para que la velocidad no sobrepase los 90 km. por hora. Hace unos años en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad propuse reformas legales consistentes en establecer: que para ser conductor de buses y busetas debía tener por lo menos la experiencia de diez años como chofer profesional; que las penas por el primero, segundo y tercer accidente que tuviera el conductor fueran graduándose según su responsabilidad, pero que al cuarto accidente se le quitara definitivamente la licencia. No es posible poner la vida de miles de viajeros en manos inexpertas, de choferes recién graduados. Este es un problema que se debe afrontar con educación de conductores y ciudadanos, con entereza y frontalidad, al margen de intereses políticos o amenazas de sindicatos, cooperativas y propietarios de los medios de transporte. Primero debe estar la protección de la vida y la integridad de los ciudadanos.