A finales de la década de los ochenta, como funcionario del Banco Central del Ecuador, tuve la oportunidad de asistir, en Quito, a un taller sobre relaciones humanas, a cargo de dos motivadores de apellido Patiño. Dicho evento consistía en charlas e inducción para que los participantes “aprendamos” a comportarnos de manera adecuada y se logre así un mejor ambiente de trabajo y mayor rendimiento.
De aquella experiencia, mientras topábamos temas varios, se grabó por siempre en mi memoria un corto diálogo. Uno de ellos expuso para los presentes -palabras más palabras menos-, que: “la mejor solución para librarse de la deuda externa era desconocerla, es decir, negarse a pagarla, aduciendo que no se contaba con recursos”. La reacción inmediata fue preguntarle qué sucedería luego, si el país necesitaba otros créditos. Su respuesta fue que “no habría problema, puesto que perdonarían la deuda, ya que los chulqueros (organismos internacionales) viven de ganar intereses, y si no tienen a quien conceder créditos, no sería negocio para ellos mantener ociosos sus capitales, guardados en los bancos”. Ha transcurrido el tiempo y he podido ver que uno de los motivadores de aquel lejano evento, se ha convertido en un economista “todoterreno” que asumió varios ministerios, uno de ellos el de Economía, durante el gobierno de Rafael Correa. Por eso, no me sorprendió que el entonces Presidente Correa haya declarado ilegítima una parte de la deuda externa y que haya dispuesto el no pago, permitiendo que el Ecuador cayera en “default”, hecho que afectó inmensamente su prestigio en el mercado internacional.