Un film fabuloso de 1943 de Alfred Hitchcock. Que va en torno de una sospecha que nace de un hecho obscuro en su desenlace y que nunca pudo recuperar su esencia de autenticidad. Esto ocurre con la duda, elemento inserto en la atmósfera de la patria. ¿Todo estuvo bien en el proceso electoral? ¿Hubo fraude? Más allá del desenlace final de este drama socio-político, la mancha está impregnada ya en la historia. Y es el sentir de los votantes.
Pero, en fin, de prolongarse el gobierno oficialista, aún podría intentar un giro democrático y racional: corregir lo malo, no implementar insulsas políticas, desmontar la arcaica maquinaria centralista, alivianar el odio y la división, practicar la austeridad, etc. Mostrar la cara de un equipo de trabajo, ya no a la sombra de una balada mamífera trashumante.
El socialismo del siglo XXI es como un auto circulando en una carretera, de pronto interceptado por un grupo de gente que obliga a orillar el vehículo a su conductor, a quién increpan duramente por ser su propietario.