Calígula gustaba de pasearse por las calles de Roma, buscando personas que no se inclinen ante su presencia. El castigo era monstruoso, pues hasta le devoraba al atrevido que no había respetado al emperador, supuesto hijo de una desaparecida divinidad.
Los tiempos cambian: ahora, en vez de comerle al agresor, se le sigue juicio por daño moral. Y aquí la novedad: si el culpable demuestra que el ofendido creó las condiciones adecuadas para provocar la ofensa, probablemente un juez de auténtica moral hasta la exima de culpa. Es lo que se llama “riesgo creado” y que es una teoría que considera que las personas, cuando asumen una función pública, están sujetas a todo tipo de expresiones, comentarios, amenazas y hasta hechos que atenten a su vida, bienes materiales y honra. Este “riesgo creado” puede ser invocado por el agresor; y, el juez debe considerarlo, siempre tomando en cuenta, si hay verdadero daño moral sobretodo. En otras palabras, las reglas del juego se invierten, dando oportunidad al potencial culpable pruebe que no fue su intención faltar a la honra del ofendido. Simplemente “se dejó llevar” por especiales circunstancias, hasta políticas. Es uno más, puede decir, de los que están en contra, como tantos otros que están a favor. Claro, no podemos llegar al extremo de eximir al agresor si hay auténtico daño en el agredido; como tampoco el juez puede aceptar que el ofendido diga que perdió unas elecciones porque alguien o algunos le dijeron “zamba canuta.”
El riesgo creado lo aplica, por ejemplo, Francia y Louis Josserand fue un autor que la defendió apasionadamente. No es la honra la que está en juego. Son las circunstancias objetivas las que deben primar; y no solo las subjetivas, que suelen alegar los ofendidos. ¿Cuándo tendremos una justicia objetiva?