Causa profunda sorpresa que la jueza Daniella Camacho haya solicitado la autorización de la Asamblea Nacional para enjuiciar a Rafael Correa, un ciudadano que si bien goza de fuero, ya no es presidente de la República. La Constitución es clara y establece que la autorización debe ser solicitada para enjuiciar al Presidente o al Vicepresidente.
No me causa sorpresa que un grupo de asambleístas, legisladores por naturaleza, hayan aprovechado esta oportunidad que les brindaba el pedido de la jueza, improcedente por inconstitucional, para hacer gala de sus hábitos tergiversadores para pretender que la Asamblea Nacional debía tratar como si todavía fuera presidente al señor Correa.
Esas tergiversaciones, que fueron comunes cuando eran mayoría y que atropellaban normas legales, a voluntad sumisa y obediente, ya no tienen cabida, pero evidencian una incapacidad de razonamiento que los inhabilita para ser legisladores.
Un legislador no puede ser parcializado, no puede ser fiel a rajatabla a intereses particulares, pues si lo es, no merece estar en ese puesto. Se legisla para todo el pueblo, se interpreta las leyes en función general y social.
Quien lo hace en función de intereses particulares está traicionando la confianza que le dio una votación general. Los que interpretan los votos recibidos como una autorización para imponer sus convicciones ideológicas o sus lealtades personales a toda una población están equivocados, son pretensiones propias de los absolutistas, incapaces de entender el verdadero propósito de obtener el favor de un pueblo a través de los votos.
La jueza jamás debió pedir autorización, ella debió entender lo establecido en la Constitución. Más parece que este proceder se ha practicado para lavarse las manos y no asumir responsabilidad sobre sus decisiones.
Lo llama “procedibilidad”, pero no es más que miedo a tomar decisiones y a asumir responsabilidades.
El grupo de “legisladores” que no saben leer la constitución, peor interpretarla, no deben estar en la Asamblea, deben irse a su casa, y, si así lo desean, a prestar sus servicios incondicionales a quien consideran su guía.