La muerte de Jorge Salvador Lara, priva al país de una de las mentes más lúcidas, del político honesto, del maestro que dio cátedra en el aula y en la vida, del investigador profundo, del hombre que siempre tuvo una sonrisa en el rostro y la palabra, del amigo del consejo sabio.
Hace apenas unos días me dijo: “Tenemos que hablar porque vamos a hacer un libro. Quién hubiera imaginado que ese encuentro en la Academia Nacional de Historia sería el último”.
Cuánta falta le hace a este Ecuador resquebrajado un Hombre (así con mayúsculas) como Jorge Salvador Lara.
Permítame rendirle homenaje con las palabras que pronunció el ilustre rector Julio Enrique Paredes ante la muerte de Alfredo Pérez Guerrero:
“El Maestro no muere. Su ser corpóreo se desintegra de la tierra, originaria de la humanidad. Pero su ser espiritual es eternamente perdurable: manifiesta su vivencia en sus discípulos, en sus libros, en sus obras materiales y en las permanentes enseñanzas de su ejemplo”.