La clausura del local de teatro de Samborondón el 11 de enero muestra una vez más que la influencia religiosa puede más que la Constitución donde se declara libertades religiosas, de expresión y culturales. Sin embargo, a pesar de que el local contaba con los permisos para presentar la obra “Santo Prepucio”, esto incomodó a un grupo de creyentes que presionaron mediante plantón y protesta la clausura inconstitucional e ilegal del local.
Da pena que aún en el siglo XXI toda idea puede ser criticada, analizada e incluso satirizada, menos las ideas religiosas que se consideran “intocables”, aun cuando sabemos lo que estas ideas han ocasionado a lo largo de los siglo; y peor todavía, que las autoridades públicas cedan ante presiones religiosas en un país dizque laico, mientras que demoran en temas más cruciales.