EL COMERCIO, domingo 13, noviembre/2011; título “Haití”, monseñor Julio Parrilla expresa: “Me he sentido orgulloso de pertenecer a una Iglesia capaz de anunciar la presencia de un Dios cercano al dolor humano, capaz de complicarse la vida a favor de los pobres, capaz de amar la justicia más que la propia vida”. Sus palabras me dan íntimo gozo. Como católico, me uno a su sentimiento. La proyección humano-social de nuestra Iglesia no siempre es bien difundida. A algunos impacta el sensacionalismo de debilidades humanas de servidores. Llegan a juzgarla por lo que son algunos. Para formar opinión, no consideran que “al Señor de la Casa no se juzga
por los sirvientes malos”. La ayuda de Cáritas del Ecuador a Haití, pueblo hermano golpeado por el infortunio y pobreza, no es única, ni la última; mantiene sus brazos abiertos a los pobres y desamparados, siguiendo al Divino Crucificado, como para siempre en la Cruz, es nuestro ejemplo.