Hoy nuevamente he estado en Solca acompañando a mi hermosa esposa por su largo tratamiento que lleva hace ya algunos años y en estas largas pero esperanzadoras horas de espera me he decido a contar un poco lo que he visto durante el día.
Cientos de pacientes entran al hospital, niños, jóvenes, adultos, monjitas, muchos con un familiar a su lado y que comparten su enfermedad, siempre dispuestos a seguir dando una mano generosa; se ve el dolor en sus rostros y ojos pero al mismo tiempo una fe inmensa. Van desfilando por una pequeña Capilla que está estratégicamente ubicada a la entrada, se quedan unos minutos y continúan con su agenda de médicos, exámenes, turnos. Grupos de muchos pacientes en cada una de las salas de espera, donde comparten sus consejos y sus ilusiones por una pronta recuperación.
Llueve mucho el día de hoy, y en los corredores pasa el señor que vende revistas con cara alegre, mientras se forma una pequeña fila en busca de agua caliente con un pan que ofrecen las señoras voluntarias que siempre están disponibles para ayudar en lo que se necesite y así hacer un poco más llevadera la dura enfermedad. La emergencia atiende sin parar, los pacientes entran y salen de los consultorios, los familiares donan sangre, las cajas repletas para a hacer los pagos módicos que cobran de acuerdo a la circunstancia de cada familia, los teléfonos monederos todos en servicio, hay una agencia bancaria que también da un servicio eficiente, la farmacia no deja de proveer las medicinas recetadas y yo sigo escribiendo mientras la lluvia ha incrementado su fuerza y mi mujercita se hace varios exámenes; me han dicho que tomarán algunas horas. Hablo con un niño de 7 años, se llama Gabriel y tiene leucemia, su cara cubierta con una mascarilla, sus palabras tramiten serenidad, alegría y esperanza en la vida; saludo con sus padres que no pierden la fe en su recuperación. Hay que vivir en serio la realidad y la experiencia de esta larga enfermedad para entender la maravilla de la persona humana, su fe, sus sentimientos y el gran servicio serio y profesional de Solca.
El dolor bien llevado, saca lo mejor de las personas. Hay un niño que llora desconsolado, se le ha perdido su mamá, un guardia lo toma y por los altoparlantes logran ubicar a su madre que luego de un abrazo calma la angustia del niño.
Gracias Solca y a todo su equipo por ayudarnos a vivir con dignidad, optimismo y serenidad esta realidad de la vida. Ha dejado de llover y no dejo de observar tantos detalles más que les podría comentar.