Pasará la novelería, pasará el enojo por el irrespeto y subdesarrollo que significa hacer primero el aeropuerto y después la carretera, se organizarán las cosas al estilo ecuatoriano. Pero queda la tristeza de ver campos preciosos y productivos transformados en cemento y hierro. La única gracia de visitar este conflictivo aeropuerto es mirar el admirable entorno que le rodea. Ni siquiera intento un pedido a las autoridades para que lo defiendan, sé que es inútil. El mal llamado progreso y las afiladas garras de los intereses económicos harán su parte. En pocos años nos quedarán las fotos y las películas para recordar el lugar, como se mira ahora el Hobbitt y Avatar. Para consolarnos hay que pensar en “Midnight in Paris” cuando Woody Allen nos dice que en todas las épocas hay nostalgia y en 100 años nosotros seremos la nostalgia de los tataranietos.