Los recientes acontecimientos naturales, de funestas consecuencias, nos dejan hirientes lecciones de obligatorio aprendizaje para el Ecuador.
Se ha dado el penoso crecimiento desordenado de nuestras ciudades, con asentamientos en zonas de riesgo, residencias construidas, aumentadas y modificadas con personal no calificado sin los debidos estudios técnicos (existen normas suficientes).
A ello se suma la falta de educación, asesoría y control de parte de los municipios y autoridades estatales. ¡Qué decir del respeto al paisaje y a la historia! Legados que son atropellados sistemáticamente por el afán de construir solo pensando en el lucro personal y abusando cada centímetro del suelo.
Es al Gobierno Central, a través del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda, al que le corresponde hacer principalmente eso: desarrollo urbano, en vez de mostrar estadísticas con “instalar casas”. Debe asesorar y colaborar especialmente a las urbes medianas y pequeñas.
Y también los gobiernos locales, con alcaldes y concejales, elegidos por su popularidad más que por méritos y preparaciones. Qué diferente será si ellos tuvieran el conocimiento suficiente del verdadero significado de gobernar ciudades y no solo de cumplimientos momentáneos de “mostrar obra” por conveniencias políticas, prevaleciendo sus actuaciones por sobre los estudios técnicos.
La reconstrucción, por tanto, no solo consiste en dotar viviendas homogenizadas. Hay que “hacer ciudad” con los beneficiarios, quienes son y han demostrado ser los actores principales. Promover las actividades económicas; otorgar facilidades crediticias para ello y para sus viviendas, aprovechando y valorando las características propias identitarias de cada lugar. No cometer nuevamente estos duros errores.