El Gobierno de la revolución islámica (Irán) acaba de ejecutar al poeta Hashem Shaabani, a los 32 años de edad, por el delito de ser “enemigo de Dios y la patria”. El crimen del ajusticiado fue fundar el instituto cultural Al-Hiwar contra la discriminación de los iraníes árabes en Juzestán. Como ocurre en todas las teocracias y autocracias fundamentalistas, el Gobierno asume la potestad de sentirse ofendido en nombre de Dios, el Estado, la revolución, la patria, etc. El solo hecho de que Shaabani criticara la represión de minorías en territorio iraní bastó para que el Régimen lo declarase “amenaza contra la paz social”. Desde que la revolución islámica tomó el poder en Irán, miles han sido ejecutados por causas religiosas e ideológicas.