En derecho público, todo impuesto es una obligación pecuniaria derivada de la potestad tributaria del Estado en favor del acreedor tributario, que se caracteriza por no demandar una contraprestación directa y bajo el principio de equidad y generalidad impositiva.
En las legislaciones internacionales, por la “potestad tributaria del Estado”, los gravámenes tributarios tienen como objetivo universal financiar sus presupuestos de infraestructura, salud, educación, bienestar social, seguridad, defensa nacional, etc.
Pero es decepcionante conocer que el Gobierno Nacional, a pretexto de salvaguardar la salud de los fumadores, alcoholizados y diabéticos, que son solo una parte de la población, grave con más impuestos a los cigarrillos, bebidas alcohólicas y azucaradas.
De ser acertado este criterio, no hay que asombrarse que más adelante, con el mismo subterfugio, impongan igual tributo a los productos grasos, lácteos y cárnicos, a la sal, al pan, al arroz, etc., para preservar la salud de los cancerosos, obesos, enfermos del riñón, a quienes tienen alto el colesterol malo, etc.
El despilfarro, las farras y el buen vivir (de los de arriba) tienen que pagar los de abajo. Viva la revolución ciudadana y quienes, gracias a los impuestos, se librarán de enfermedades.