En la antigua Roma, toda persona que aspiraba a ocupar un cargo de relevancia como fueron las Magistraturas en la época de la República, tenía que cumplir con un requisito fundamental que se denominaba el Ius Honorum, que era el derecho a desempeñar cargos públicos y altas dignidades del Gobierno romano, lo cual se sostenía en su intachable honorabilidad así como sus relevantes aportes al desarrollo social.
El aspirante se presentaba en las asambleas comiciales vestido con una Toga blanca brillante o cándida, es ahí que nace el termino cadidatus que viene de la palabra candidus que significa blanco brillante, puro o limpio. Cabe anotar que estos cargos se desempeñan bajo gratuidad.