En la columna de opinión de Sebastián Mantilla, publicada en diario EL COMERCIO el día miércoles 1 de mayo del 2013, bajo el título ¿De quién son las Galápagos?, genera preocupación en la Dirección del Parque Nacional Galápagos, pues el criterio del columnista está sesgado a una parte de la realidad del archipiélago, más aún cuando producto de su análisis concluye en afirmaciones que no son correctas.
Galápagos es, con orgullo, el archipiélago volcánico mejor conservado del mundo. El 95% de las especies originalmente registradas en la literatura científica aún se conservan en un buen estado, a diferencia de lo que ha sucedido con otros archipiélagos oceánicos del planeta. Ocho de las 16 islas del archipiélago y todos los islotes son de protección absoluta, las cuales se encuentran libres de impactos conocidos de origen humano.
El 97 % del territorio terrestre de las islas es área protegida por el Estado Ecuatoriano, administrado por la Dirección del Parque Nacional Galápagos, entidad que también tiene a su cargo el manejo de la Reserva Marina de Galápagos. El 3% restante de la superficie terrestre de las islas NO es área protegida, corresponde al espacio destinado para los asentamientos humanos, y es administrado por los Gobiernos Autónomos Descentralizados.
Las zonas urbanas son espacios del archipiélago destinados para soportar el desarrollo y las actividades antropológicas, concentran los efectos que los seres humanos provocamos con nuestro diario accionar. Partiendo de este principio, la Dirección del Parque Nacional Galápagos, en los últimos años, a más de ejecutar acciones de protección, conservación y restauración de las áreas protegidas, también invierte grandes esfuerzos en trabajar en las zonas pobladas.
Entre otras cosas, el columnista menciona erróneamente que ha habido un incremento en el número de cruceros, por lo que debo informarle que el número de cruceros autorizados en las islas no se ha incrementado en las últimas 3 décadas. Las actividades turísticas que éstos realizan están enmarcadas en sitios de visita que son manejados a través de los itinerarios que permiten minimizar los impactos que estos pudieran ocasionar. En el artículo también se asegura que “la existencia de animales, insectos y plantas traídas del continente han trasformado completamente los ecosistemas. En el caso de las islas más pobladas, llama la atención la expansión de fincas dedicadas al turismo, agricultura y ganadería”. Con esta apreciación, el columnista trata de ubicar al lector en un contexto diferente, pues parecería ser que el ingreso de esas especies y la consecuente alteración del ecosistema se produce mayoritariamente en esta época, sin observar que los procesos de degradación de las islas se dieron fuertemente en siglos pasados, en donde por ejemplo, más de 500 mil tortugas terrestres fueron sacrificadas por balleneros y bucaneros para obtener carne fresca; que en esa época se dio el ingreso más importante de especies invasivas, además de la pesca industrial que incluso se daba por parte de la flota extranjera, la cual tuvo una gran incidencia sobre la integridad de los ecosistemas marinos. Así mismo, el comentario sobre la expansión de fincas es falso, porque el área dedicada al desarrollo agropecuario, es decir la zona rural, no se ha alterado desde 1979, fecha en la cual se fijaron los límites del Parque Nacional Galápagos. Hay que puntualizar que es beneficioso para el archipiélago que estas fincas ahora se dediquen a la ganadería y a la agricultura, puesto que permiten satisfacer gran parte de la demanda de la población local y reducen la cantidad de productos de primera necesidad que deben traerse del continente, disminuyendo el riesgo de la introducción de especies invasivas.
No desconocemos que el archipiélago ha sufrido un cambio o alteración, debido principalmente a actividades antropológicas; pero tampoco podemos permitir que se satanice la realidad de las islas en función de una apreciación parcial. Así como en las zonas habitadas existen problemas derivados del desarrollo, debemos también observar aquellas medidas que se han implementado para mitigar los impactos que dicho desarrollo pudiera provocar.
Los problemas que Sebastián Mantilla mencionó: turismo creciente, aumento de especies externas (invasivas), e inmigración constante, fueron algunos de los criterios observados por los expertos del Comité de Patrimonios de la Unesco, para colocarnos en la lista de patrimonios en peligro en el año 2007, en la cual estuvimos por 3 años; luego de eso, el mismo Comité, tras una inspección y revisión de los programas y medidas emprendidas por el Estado Ecuatoriano para mejorar la situación de las islas, sacó a Galápagos de la lista de patrimonios en peligro.
Lastimosamente el columnista no pudo apreciar todo el trabajo que realizan los 300 guardaparques, hombres y mujeres, que ejecutan sus actividades en los ejes de conservación, social y económico para mantener a Galápagos en el mejor estado posible. Con mucha desinformación, el señor Mantilla califica de deplorable la gestión que realiza la Dirección del Parque Nacional Galápagos. Ese comentario además de subjetivo, ofende a cada uno de los habitantes de las islas y principalmente a los guardaparques de la DPNG, ya que con absoluta ligereza desdice el arduo trabajo que día a día realizan por conservar las islas.
La desinformación del autor nos hace pensar que ni siquiera ha leído las noticias y reportajes del diario en el cual publica su artículo. Una muestra del trabajo que realizamos en el manejo y conservación de las islas, fue motivo de un reportaje publicado por Diario El Comercio en la edición del 12 de abril de este año, en una página completa relata el trabajo que desarrollamos en el vivero forestal, modelo a nivel de país, para restaurar con plantas nativas y endémicas zonas alteradas y además hace un compendio de las diferentes acciones que ejecutamos para controlar las especies introducidas; o las notas publicadas el 13 y 15 de diciembre del año pasado, en las cuales describieron la exitosa ejecución del proyecto Pinzón, ícono a nivel mundial en la erradicación de roedores en una isla de 1800 hectáreas, utilizando tecnología de punta y análisis científicos.
Con este antecedente, solicito se realice una publicación aclaratoria en el mismo espacio en el que se publicó el artículo en mención. Además, a través de su intermedio, invito a su columnista a informarse adecuadamente sobre los esfuerzos que realizamos, los resultados obtenidos y la gestión de nuestra institución para implementar políticas públicas y de buen vivir en las Islas conforme los objetivos del Gobierno Nacional.
Sin lugar a dudas aún falta mucho por hacer, como en el país, también en Galápagos propiciamos cambios profundos que permitan reorientar el desarrollo de las islas.