Por lo crucial del tema a tratar, decidí ver el publicitado “debate”, no sin antes respirar profundo. El Presidente, acompañado de tres funcionarios públicos, sintiéndose ganador con guión concertado y “bien documentado”, arremetió contra dos economistas en ejercicio, dedicados a la academia y retirados de la política; el otro panelista era de los mismos, pero ahora rompe el silencio porque quiere ser presidente.
Manteniendo una invariable sonrisa sardónica, fustigó el manejo económico de los socialcristianos de fines del siglo pasado y revivió a un presidente que “murió en el intento”. Asumiendo que dictaba una clase magistral de macroeconomía a estudiantes universitarios y negando reiteradamente la existencia de una crisis, no pudimos ver una sola muestra de su creatividad porque resultaba absurdo proponer soluciones a un problema inexistente. El Presidente manifestó que “no soporta la injusticia” (por lo que, asumo, la profesora Mery Zamora y los 10 de Luluncoto, entre otros, deben estar tranquilos) y destacó que los errores del manejo económico del siglo XX son el origen de lo que para los sufridores de siempre es una crisis. Tan obvia y elemental era la materia que cuando estudiante ya lo intuyó y escribió una tesis sobre el tema, algo así como ‘Volver al Futuro’, pero una semana más tarde.
En el debate nos enteramos que el IESS no fue obligado y que compró bonos porque le sobraba la plata, que el no pago del 40% al fondo de pensiones jubilares no afecta a nadie, que el Cotopaxi -que todavía no erupciona- y el fenómeno de El Niño -que aún no aparece- nos han complicado la vida pero que Bolivia está muy bien y que el Presidente ha apoyado a la banca, no al revés. En las afueras del canal, los revolucionarios habrían vivado a su líder infatigablemente. El primer “conversatorio” deja un tufo a cachascán, con un contrincante al que solo le gusta pelear uno a uno.