Cuando nos alentamos y emocionamos recibiendo el regalo que la Selección de fútbol daba al país, en especial a este Guayaquil del gran bullicio y la ternura, que justamente se disponía a celebrar al siguiente día los 195 años de su independencia, gesta histórica que germinó contagiando a otra ciudades a seguir el camino libertador; comprendimos, que al derrotar en Buenos Aires a la Selección de Argentina, se estaba dando una fecha histórica, por ser la primera vez que lo hacíamos en una competencia universal y que estábamos demostrando al mundo nuestro crecimiento técnico en el rey de los deportes. Pudimos comprender también que, en la hora actual en este campo, no existe rival imbatible, que se está equiparando las fuerzas deportivas. Nosotros jamás pensamos que lo ocurrido era una hazaña, una gesta del chiquito frente al grandote. Entendimos desde el primer momento que hemos aprendido a serenarnos en este campo y, sobre todo, que fuimos en el partido superiores a las argentinos, que el resultado fue consecuente con lo que ocurrió en la cancha. Discrepamos con la mayoría de los comentarios especializados emitidos por la prensa en general. No estamos de acuerdo que se diga “milagro ecuatoriano”, “gran hazaña nacional”, “qué gran sueño de los humildes futbolistas ecuatorianos”, etc., etc… El resultado es solamente el reflejo de que estamos creciendo y que estamos a la par de cualquier Selección del mundo. Rechazamos con modestia que se nos haga sentir pequeños. Con este criterio, auguramos resultados similares en el resto de la competencia mundialista. Queremos que se mantenga la misma mística deportiva y, sobre todo, el convencimiento de que no somos menos que nadie.