Correa ha conseguido hacer aflorar en muchos ecuatorianos complejos y resentimientos sociales, da pena ver a pelucones refiriéndose a otros despectivamente con este calificativo avergonzándose de lo que son, no soy millonario, banquero o dueño de medios de comunicación, pero me siento pelucón a mucha honra, tal como me sentí forajido cuando estuve en las calles para botar al corrupto Gutiérrez, que ahora trata de parecer honesto y encabezar la oposición para nuevamente encaramarse al poder.
Por el esfuerzo de mis padres soy educado, culto, tengo buenas costumbres, me gusta vivir bien y de mi trabajo sin que nadie me regale nada, vivo en un vecindario que tiene todos los servicios y comodidades sin ser de lujo, algo que debería ser la meta de todos los ecuatorianos; sin embargo, el Presidente a pesar de haber estudiado y vivido en Europa y Estados Unidos, países del Primer Mundo, sataniza a quienes tenemos algo de comodidad en base a esfuerzo, se rodea de intelectualoides, académicos teóricos de escasa experiencia y dudosa ideología superada en el tiempo y fracaso en otras latitudes, que lo primero que han hecho es convertirse en nuevos ricos y se han ido a vivir entre los pelucones del país, ahí están las ministras y asambleístas peluconas, el poeta ministro pelucón de siempre, el ex ministro Alberto Acosta renegando de su familia banquera, un asambleísta traficante de tierras ascendido a pelucón. En la familia Correa dos casos, el un hermano académico y con muy buena formación profesional aunque en la prática no lo demuestra, tratando de ser revolucionario de izquierda, aspirando retirarse a vivir en Bélgica; y su hermano, con buena formación profesional que trabaja en la empresa privada y que es el prototipo de pelucón. En realidad se han distorsionado valores, se ha sembrado odio de clases y en vez de unir para salir adelante ha dividido para seguir en la mediocridad y seguir reinando en medio.
¡En tierra de ciegos el tuerto es el rey, viva la revolución ciudadana!