El 12 del presente se celebra el Primer Centenario del nacimiento de un ilustre ecuatoriano, Bernardino Echeverría Ruiz, sacerdote de la orden franciscana, nacido en Cotacachi el l2 de noviembre de l8l2. Él alcanzó las más altas distinciones en la jerarquía eclesiástica del Ecuador: primer Obispo de Ambato, primer Arzobispo de Guayaquil, tercer Cardenal de la República, Administrador Apostólico de la Diócesis de Ibarra; a más de otras honrosas dignidades, labores todas en las que se destacó dentro de la pastoral social, a más de sus menesteres religiosos. Su nombre lo dejó inscrito en la historia como un alto intelectual y poeta de gran fuste. Muestra de ello fue el legado a Quito con la letra de su inmortal himno, igual que a su querida tierra natal. En su honor, el Núcleo imbabureño de la Casa de la Cultura, hace unos meses tuvo el acierto de reeditar su obra cumbre de corte épico lírico: ‘El Heraldo del Gran Rey’. A parte de esto parece que ninguna institución se acordará de este eminente ciudadano. ¿Será que el materialismo consumista y las ansias de poder nos han obnubilado tanto y nos hacen olvidar los superiores valores del espíritu, como es la gratitud?
Desde este espacio democrático, tribuna de la cultura y la ecuatorianidad, mi modesto saludo al religioso intachable que me distinguió con su amistad y bendición.