Qué pena. La única iniciativa válida para enfrentar la reestructuración del país en el próximo período, parecería estar frustrada. No aprendieron nada. No les valió que las ideologías partidarias fueran exterminadas por los anarquistas, que un avivato se apropiara del poder y se aproveche para instaurar un fascismo del siglo XXI, arrasando con la débil institucionalidad, con el sistema democrático y la estructura republicana.
No lograron entender que la gula de poder ha mantenido al gobernante vendiendo ilusiones durante cinco años, que ha sido incapaz de fomentar el empleo, que ha convertido a parte del país en un monstruo consumista y a la miseria en delincuencia, a la inseguridad en una estadística y a la justicia en un beneficio personal.
Los ecuatorianos deben tener clara su visión de futuro, saber qué pueden esperar las próximas generaciones y lo que se tiene que hacer en este preciso momento. Necesitamos desmontar las pretensiones fascistoides, reorganizar los partidos y democratizar las elecciones, volver a institucionalizar al Estado, realizar una auditoria severa a los últimos seis años, encarcelar a los delincuentes de cuello blanco y para eso se requieren al menos cuatro años. Eso solo se conseguirá, proponiendo una moratoria política de los próximos cuatro años en que se tenga el tiempo necesario para corregir las distorsiones, con una administración cabal y transparente que siga lineamientos previamente concertados y siente las bases de una planificación para un desarrollo real y sustentable. Cauce Democrático equivocó su estrategia al no definir el objetivo de la convocatoria e incentivó sin proponerse el lanzamiento de aventureros que creyeron que adelantándose serían el “candidato único” sin evaluar sus reales posibilidades.