Terminada la cadena nacional en la cual Correa anunció los nuevos impuestos que tendremos que pagar los ecuatorianos para reconstruir las zonas afectadas por el terremoto, me puse en contacto con amigos chilenos para preguntarles si en los terremotos que pasaron, los gobiernos les habían puesto algún tipo de impuesto para reconstruir las zonas afectadas. Todos exclamaron que no, que de ninguna manera. Que incluso en el terremoto de Chile del 2010, que fue más devastador que el nuestro, ya que además fue con tsunami incluido, el Gobierno chileno había expedido una ley de exoneración de impuestos para las personas y empresas que fueran a invertir en las zonas afectadas.
Correa hace todo lo contrario, nos hace pagar a todos lo que el Gobierno debió hacerlo sino hubiera despilfarrado los recursos del Estado. Pero lo que más molesta de todo esto no son los nuevos impuestos, así sean el 1,2 o 3% del IVA o el resto de impuestos, sino el apuro de Correa por caernos con la cuenta.
Ni siquiera nos dio tiempo para llorar a los muertos en paz. No pudo esperar a que las personas terminasen de enterrar a sus familiares o ver si todavía se puede rescatar a más sobrevivientes o por lo menos terminar de recuperar los cuerpos de entre los escombros. No eso era mucho pedir. Lo urgente era obtener recursos frescos. Este apuro de Correa huele más a desesperación por tener con que pagar las deudas que tiene el Estado con cientos de instituciones.
Desde hace un año ha estado intentando de todas las formas posibles sacarnos más dinero a los ciudadanos, que la Ley de Herencias y Plusvalía, que la Ley de Equilibrio de la Finanzas Publicas y ahora en este lamentable hecho que enluta a la nación entera no encontró mejor oportunidad para hacerlo. Mientras todos los ecuatorianos nos volcamos a colaborar solidariamente con los damnificados, él seguramente ya estaba ansioso por darnos la buena nueva y así poder seguir financiando su revolución quebrada. ¡Y nos volvió a ver la cara!