En las elecciones, apoyaré a un candidato político que quiera integrarse al mundo, es decir, firmar acuerdos comerciales con países desarrollados como EE.UU., Suiza, Corea del Sur, Japón, etc.; que promueva la inversión privada nacional y extranjera; que no sea socialista y no sea amigo de comunistas (porque eso ahuyenta capitales), que comprenda que ahorro, inversión, producción, generación de empleo, consumo y pago de impuestos proporcionales, son lo mismo; que sea tolerante; que venda los medios públicos incautados; que disminuya el gasto público a niveles del 20% del PIB; que desaparezca ministerios inútiles e improductivos; que deje de atormentarnos con tantos “enlaces ciudadanos”; que permita a la gente, de manera privada, defenderse de la delincuencia; que promueva la explotación minera y petrolera responsable; que escuche a los demás y no sea arrogante.
No me importará si el candidato ha sido o no del pasado, porque no podemos comparar a un gobierno que ha tenido los factores a su favor: precio del petróleo y por sobre todo economía dolarizada (que nos ha protegido de emisiones monetarias y de la consecuente inflación) con otros que gobernaron en tiempos difíciles, con moneda y economía devaluadas.