La culpa no es de las armas sino de la degradación mental suscitada en quienes hacen uso de estas para abrir fuego brutalmente y asesinar estudiantes en colegios de Estados Unidos; Freud decía:
“Me enternecen los jóvenes delincuentes”, quizás debió decir, los niños potencialmente delincuentes; hasta los descubrimientos realizados por el padre del psicoanálisis, se creía que el ser humano en su cerebro, albergaba solamente un bagaje de recuerdos anodinos, siendo el subconsciente desconocido hasta ese entonces, en tal virtud un asesino era enviado al cadalso sin determinar previamente su salud mental; los alistados en el ejército también se vieron favorecidos de las investigaciones del científico austriaco, quien llamó psicosis de guerra a ese estado de perturbación psicológica, sufrida por un soldado luego de una contienda militar.
La apología a la violencia manifestada en el cine, la televisión, vídeo juegos…, que secuestra el tiempo libre de niños en Estados Unidos, la ausencia de hábitos enriquecedores en sus vidas, más la escasez de espacios de convivencia intrafamiliar de calidad, para promulgar y consolidar valores encaminados a promover un equilibrio físico, mental y espiritual, pueden ser la trilogía perfecta, para que la semilla de la abominación social germine en ese caldo de cultivo, cuyos frutos nefastos madurarán más tarde, y se recogerán en la adolescencia en forma de violencia y muerte.