Bajar de Quito o subir de Cumbayá, en vehículo, es una proeza; el alma va en vilo a su destino, el miedo se apodera de la persona cuando aparecen esos bólidos llamados “Buses de transporte de seres humanos”. La velocidad incontrolada, que asusta, en las curvas, principalmente, sobre el puente del río Machángara. ¿Ruedan solos esos buses?…No, van al volante conductores, algunos irresponsables con derecho a causar, Dios no lo quiera, accidentes graves.
No soy fatalista ni pájaro de mal agüero. Es mejor prevenir que vivir una mala experiencia.
Parecería que estos señores fueran los dueños de la calzada; invaden las vías, rebasan con imprudencia y “pitan” sin consideración a los demás conductores.
Que las autoridades de tránsito ejerzan su autoridad de forma severa. Que exista un control pleno con policías de tránsito bien formados y con mística de servicio. Señores buseros mediten en los centenares de víctimas que quedan en el camino. ¡Piensen en la tristeza dejada cerca de Oyacoto!