No entiendo la admiración de Rafael Correa a Fidel Castro, hombre de quien se sabe pasó de ser guerrillero idealista a dictador represor, que cambió su discurso de democracia por el de comunismo aplastante, quien encarceló y fusiló a todo aquel que pensara diferente, que se volvió dueño y señor –casi Dios– de Cuba, creó los CDR (Comité de Defensa de la Revolución) para tener a la población paralizada por el miedo, que traspasó el poder a su hermano Raúl, como quien entrega un obsequio, además llevó una vida con comodidades contraponiéndose a la pobre realidad del resto de la población cubana.
A todos aquellos que defienden la dictadura de Fidel, ahora de Raúl Castro, que tienen inclusive palabras de elogios para este sistema caduco, y hasta llegan a decir que “en Cuba hay democracia”, les digo: Sean coherentes y vayan a vivir a Cuba para que palpen en carne propia la falta de servicios básicos, sin internet, racionamiento de alimentos, sin oportunidad de trabajo digno, con la nula esperanza de tener casa propia o una simple computadora.
Nunca olvido lo que me dijo un cubano que vive acá en Guayaquil: “Cuando uno sale de Cuba se da cuenta que hemos comido m…”.
Para los presidentes Rafael Correa, Nicolás Maduro y los demás dignatarios que hablaron en el funeral de Castro, y para el mismo Hugo Chávez que ya partió, una reflexión irrefutable: Si cada uno de ustedes hubiese nacido y vivido en Cuba, jamás, jamás habrían alcanzado la primera magistratura. Entonces ¿qué defienden?